Este domingo 31 de enero falleció Tomás Eloy Martínez.
Víctima de un tumor cerebral, llevó adelante una larga lucha contra el cáncer, tiempo en el que afortunadamente no dejó de escribir. Testimonio de eso han sido su último libro “Purgatorio” o sus excelentes columnas en el diario La Nación, The New York Times y El País, de España.
Sus comienzos como escritor datan de una muy temprana edad: a los 10 años escribió un cuento, luego de que fuera sin permiso al circo en su natal Tucumán y como penitencia sus padres lo encerraron en su cuarto, con la prohibición de leer.
Ese tiempo de castigo lo utilizó para escribir la historia de un nene que se metía en una estampilla y de ese modo podía viajar.
Muchísimos fueron sus artículos en diarios de todo el continente americano y sus tareas como conductor de proyectos periodísticos.
Y sus libros fueron maravillosos productos literarios; tal vez la novela “Santa Evita” –traducida a más de 30 idiomas- sea un claro ejemplo de lo que nos ha brindado Tomás Eloy Martínez.
Sin duda, ha sido uno de los más eminentes narradores que ha dado la literatura en español en los últimos 50 años.
Pero él se reivindicaba como periodista, con la humildad y sencillez que sus amigos siempre le elogiaron.
El escritor chileno Ariel Dorfman era muy amigo de Eloy y ha escrito unas palabras para despedirlo, que quiero tomar para el cierre de este recuerdo:
“Con eso me quiero quedar, con eso vamos a quedarnos todos. Con su certeza de que si algo no se cuenta no perdura, no vale la pena que exista.”