La transformación de Maradona en un ídolo inimputable es una responsabilidad compartida entre muchos.
El actual técnico de la Selección se olvida –cuando habla de sus renovados enemigos, los periodistas- que muchos de ellos han contribuido y contribuyen al “vale todo” del que goza el ex número 10 argentino.
Si no, sería extrañísimo que cuando injuria en una conferencia de prensa a un periodista, nadie diga nada; es más, hasta se ha escuchado alguna risa de acompañamiento a ese agravio.
Maradona sí se ha acostumbrado a tener siempre a su alrededor, un coro de aduladores, que van pasando de moda con el tiempo. Y entre los que hay, lamentablemente, unos cuantos colegas.
Hay necesidad y también hay tiempo para la cordura.
Esto se soluciona reflexionando y pidiendo disculpas. Con eso, podría allcanzar y volver a foja cero.
Pero fue iluso pensar en que la soberbia diera paso a la sensatez; en lugar de disculpas, aparecieron las ratificaciones de las groserías.
Porque no hablamos de un mero hecho futbolero: estos dichos y las opiniones y debates que generó, demuestra qué poco cuerdos resultamos a veces los argentinos, cuando la pasión nos ocupa.
Esperamos las disculpas necesarias y saludables de los responsables del fútbol argentino, que son al fin y al cabo, los empleadores de Maradona.
Para poder pensar en ir a un Mundial, con la alegría que este hecho deportivo merece.
Pablo de León