Raúl Ricardo Alfonsín asumió como Presidente de los argentinos luego de la más atroz dictadura que padecimos.
Debió ejercer su mandato en medio de muchísimas dificultades: los reclamos militares, las críticas de la cúpula de la Iglesia Católica, los planteos en su propia cara de la Sociedad Rural, las innumerables protestas de la CGT –encabezada en ese momento por Saúl Ubaldini- y un peronismo que ejercía una dura y combativa oposición.
Pero fue un hombre valiente, que enfrentó los trances propios de ese momento histórico y hoy, resurge como un baluarte de los tiempos democráticos.
El Juicio a las Juntas fue un hito que significó el castigo a los jerarcas militares, ejemplar en su transcurso y veredicto, y llevado adelante en medio de presiones fortísimas que supo y no temió enfrentar.
Consolidó la paz definitiva con Chile y fue uno de los pioneros del posterior MERCOSUR, manteniendo con Brasil un lazo profundo y cultivado.
Sin dudas, cometió grandes errores: el Felices Pascuas después de una asonada militar nos dejó en su momento, con el sabor de un retroceso ante los sectores más retrógrados.
También, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y la Hiperinflación.
Pero hoy, preferimos recordar a ese político austero y honesto, al que jamás se asoció con ningún hecho de corrupción.
Falleció en su departamento de siempre y nunca dejó de visitar y acompañar a sus vecinos de Chascomús.
Los rasgos de humildad, lucha y pasión por la vida en democracia de Raúl Alfonsín han sido únicos en esta patria. Y merecen que hoy lo recordemos como lo que es: el padre de la democracia.
Pablo de León