viernes, 3 de abril de 2009

TIEMPO DE REFORMA ELECTORAL

Bajo el sistema de boleta por partido, que rige actualmente, han ocurrido las más variadas formas de fraude electoral: elec­to­res que roban o dañan bo­le­tas, punteros que reparten votos, voto cadena, etc. Y el recuerdo más próximo de elecciones vergonzosas son las presidenciales de 2007. Tras eso, todos estamos de acuerdo, o al menos los que queremos hacer las cosas bien, en que es tiempo de una reforma que mejore el funcionamiento de las elecciones y la calidad de nuestra democracia.

En esa dirección va el proyecto de Boleta Única presentado por el senador Samuel Cabanchik (ARI-Capital) y apoyado por la Coalición Cívica, la UCR, el PRO, el Partido Socialista, el Partido Nuevo y el MST.

La bo­le­ta única con­sis­te en una sola bo­le­ta elec­to­ral donde fi­gu­ran todos los que disputan en una elección. El elec­tor sólo debe mar­ca­r su op­ción y de­po­si­ta­rla en la urna. El proyecto, además, busca que la justicia electoral y no el Ministerio del Interior se haga cargo de las elecciones y sean docentes y empleados judiciales quienes estén a cargo de la organización de los comicios.

El proyecto tiene ventajas indiscutibles. Los par­ti­dos chi­cos no tendrán que invertir en bo­le­tas ni en fis­ca­les que controlen las mesas. Sólo sería necesario imprimir las suficientes para todos los votantes, lo que significa para el estado una baja del gasto electoral. Además, sus impulsores aseguran que será un sistema trasparente y evitará trampas electorales, como las listas “colectoras”; los fraudes de voto en cadena o el trabajo de fuerzas políticas que el día anterior entregan el voto a la gente.

Sin duda, surgen algunos cuestionamientos, no para desalentar el proyecto sino para pensarlo en profundidad y lograr algo serio ¿Realmente entra toda la información necesaria y de manera visible en una sola boleta? ¿Cómo se determinará el orden de los partidos en la boleta? Y en el caso de las elecciones a diputados en que se prevé poner los primeros nombres, mientras que la lista completa estaría en un afiche de exhibición obligatoria, ¿Qué pasaría si alguien rompe los carteles de algún partido? ¿Quién los repondría?

Todos estos cuestionamientos son solucionables. Pero demuestran que una reforma de estas características no se puede dar en el marco de improvisaciones, sino que debe ser hecha de manera seria y en base al consenso entre las distintas agrupaciones políticas.

Cecilia Crea