Comentario Lunes 4 de octubre de 2010
Uno sin dudas pretende un gobierno que encare las cosas a fondo y que ataque los problemas, no que eluda las situaciones y mantenga el status quo.
Los cambios son imperiosos y necesitan ser profundos en nuestro país para solucionar los grandes problemas.
El cambio de la Corte Suprema de Justicia propuesto y llevado a cabo por Néstor Kirchner en los inicios de su gestión fue una de esas medidas que consideramos valiosas y de reconocimiento por la importancia que implican: poblar de personas capacitadas y prestigiosas ni más ni menos que el máximo tribunal de justicia, es algo valorable y que contribuye con la calidad de vida de sus ciudadanos y de su país.
La actual avanzada que la gestión de Cristina lleva contra esa misma Corte dice que algo ha cambiado.
¿O no?
Porque todos sabemos que el cerebro de todas estas operaciones no es más ni menos que el propio Néstor, quien desde su permanencia en Nueva York monitoreaba con la obsesión del artesano, la realización de ese acto donde Hebe de Bonafini trató de “turros” y “coimeros” a los miembros de la Corte y donde algunos militantes y hasta dirigentes, pensaban en una toma simbólica de la principal sede del Poder Judicial.
Como en ese momento resultaba imperioso, “refrescar”, dar nuevos aires a la institucionalidad argentina, hoy resulta obrar en el mismo sentido y terminar con esta verdadera locura.
El penoso silencio oficial sobre los dichos de Bonafini nos alarma seriamente, sobre líderes políticos que comandan una Nación pensando en estas riñas en lugar de atacar donde se corresponde.
Veamos por ejemplo, el caso de Matías Berardi y cómo la inseguridad golpea las casas de los argentinos, sin que veamos desde el Gobierno nacional alguna reacción seria.
Si no, basta con pensar que muy pocos argentinos deben saber el verdadero nombre del ministro de Seguridad de este país.
Otra deuda más, mientras se distraen peleando por los “porotos” del 2011.