La irrupción de la figura de Ricardo Alfonsín en la escena principal de la política argentina sacudió saludablemente el tablero.
Eso obligó a movimientos del propio radicalismo y hasta a definiciones del vicepresidente Julio Cobos. A la realización de una foto del peronismo no kirchnerista con el silencioso y extremadamente cauteloso Carlos Reutemann incluido. Y a reacciones desde el corazón oficialista, donde hasta el propio Néstor Kirchner pidió a sus operadores que trabajen sobre el peronismo disidente.
Pero como no hay demasiado lugar para el optimismo en nuestra clase dirigente, Francisco De Narváez reaccionó sorpresivamente contra Mauricio Macri y le dijo “bipolar” y lo acusó de que a su fuerza política “le molestan los pobres”.
¿Tanta mezquindad es el común denominador en nuestros dirigentes?
¿No hay lugar para un acuerdo perdurable ni tiempos duraderos en la clase política argentina?
Algunos dirán que estos dichos del diputado De Narváez no son de todos, pero sí demuestra que la ambición, siempre se impone a la humildad y al afán de construcción.
Se acercan las elecciones.
Sería bueno que las palabras fueran más cercanas a la concordia y a los compromisos, que a la división a la que tan acostumbrados nos tienen los que viven, y tan bien, de la política en nuestro país.