Cuando algunos de nosotros éramos niños, nos decían que nos cuidemos y que no hablemos con extraños.
Eso hoy, se ha transformado.
La aparición y protagonismo de Internet ha cambiado usos y costumbres y obliga a que los cuidados pasen también por otras partes.
Cuando viajé hace poco a Puerto Pirámides, provincia de Chubut, un chico de 17 años me hablaba de su novia, con frecuencia, cariño y alegría.
Al rato, mi sorpresa fue absoluta cuando me enteré que su “novia” vivía en España y que nunca se habían visto cara a cara.
Su ilusión hoy es poder viajar y conocer a esa persona que dice “amar”: todo eso, sucedido a través de horas de Chat y de cámara web.
Los padres y familiares de los chicos hoy están obligados a conocer el manejo del ciberespacio y de los recursos tecnológicos y saber que allí se dirimen muchas cosas, que antes sucedían en un club o una vereda.
La negación de esos recursos puede ser un elemento peligroso o cuando menos, complicado. Siempre se habla de la dificultad que muchos padres tienen con sus hijos adolescentes: en este caso, los mayores no deben adolecer de la voluntad de conocer estas herramientas y ejercer un control sensato sobre el uso de las mismas, por sus hijos, sobrinos o nietos.
Y además, porque al margen de los cuidados que proponemos y alentamos, muchos elementos de la Educación de estos tiempos y los futuros, pasan y pasarán por estos canales.
Y la responsabilidad de los mayores, obliga a que no veamos al mundo de Internet como un “extraño” sino como un aliado.
Para conocerlo y adaptarlo a nuestra vida cotidiana.
Pablo de León