viernes, 24 de julio de 2009

Buenos Aires, The Truman Show


La semana pasada se informó que en el próximo mes de octubre, la nueva policía de la ciudad de Buenos Aires saldrá a la calle con patrulleros equipados con cámaras de seguridad que captarán imágenes de todo lo que suceda. Estas nuevas cámaras de vigilancia se suman a las 120 mil que ya existen en Buenos Aires, según fuentes privadas. Unas 800 pertenecen al Estado, incluyendo la Policía Federal, la Prefectura y el Gobierno de la Ciudad. Están en plazas, parques, calles y avenidas, subtes y trenes. El resto son privadas y semi privadas, como las que hay en los comercios, bancos, supermercados, cafés, kioscos, etc.

Según una estadística proporcionada por la Cámara Argentina de Seguridad Electrónica, en Argentina una persona desde que sale de su casa hasta que vuelve es filmada unas 50 veces: la cámara de su edificio, el peaje, la oficina, algunas calles. A mi criterio, escalofriante!

El ser monitoreados constantemente despierta un fuerte debate sobre los límites entre la videovigilancia para mayor seguridad y el derecho a la privacidad de las personas. Y surgen muchas preguntas ¿Son realmente efectivas para combatir el delito? ¿Qué uso se hace de las imágenes grabadas? ¿Quién puede verlas? ¿Quién vigila a quien nos vigila?

Según algunos especialistas, no está corroborado que las cámaras bajen el delito; no está claro quién se hace cargo de la información ni dónde se almacena; y muchas imágenes pueden ser vistas online por cualquier persona que tramite un password en el sitio del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación. Esto que suena interesante para que cualquier ciudadano pueda reportar lo malo que ve, en cierto punto puede ser riesgoso si cae en manos de alguien con malas intenciones y que se ha dedicado a observar los movimientos de ciertas personas.

No es cuestión de poner cámaras porque sí, se requiere de una responsabilidad muy grande de las autoridades de contratar agentes de monitoreo serios y capacitados y de corroborar que su uso sea realmente para proteger la integridad de las personas. En muchos casos una sociedad vigilada no es necesariamente una sociedad más segura.

Cecilia Crea