Finalmente, las elecciones nacionales serán el 28 de junio.
Nos quedan por delante 90 días donde lo electoral será materia de cada jornada. Pero un elemento preocupante, alarmante y repudiable, ha aparecido previamente: los escraches.
El conflicto agropecuario ha dado lugar al lamentable ataque sufrido por Agustín Rossi –el presidente del bloque del Frente para la Victoria- primero en su casa de Rosario y luego, en la intendencia de Laguna Paiva, con huevazos, tomates hasta bosta e insultos.
En el inicio del conflicto, el entonces titular de la Sociedad Rural, Luciano Miguens, recibió la protesta y visita en su propia casa, amén de un aluvión de insultos y patadas, a la salida de la sede central de su organización.
Estos días, los escenarios fueron la casa del hijo de Elisa Carrió en Chaco y el hogar de Gabriela Michetti en el barrio porteño de Balvanera.
¿Qué tienen que hacer docentes en la casa de Michetti cuando su lugar es un aula, rodeados de alumnos y su avidez por crecer y aprender?
Queda claro con los ejemplos dados que no hay aquí tendencia política alguna, pues los agredidos son de distinto color político.
Y ni que hablar de las amenazas sufridas por Eduardo Buzzi, que incluyeron la mención a la suerte de su hijo: una vergonzosa actitud, propia de los cobardes que sólo se atreven a amenazar.
Esta semana se conoció un pronunciamiento de la Iglesia argentina, donde habló de evitar “las actitudes que nos enfrenten y dividan y que generan un clima de confrontación propicio a la violencia”.
Ya es tiempo pre-electoral. Y los principales hombres y mujeres del Gobierno y la Oposición tienen en este delicado momento político una responsabilidad: serenar los ánimos y elevar el nivel del debate.
La irresuelta crisis del Campo hace que las rutas sean otra vez, escenario de situaciones innecesarias. Mientras el Gobierno juega con sus actitudes poco claras hacia el sector.
Los ciudadanos en breve nos expediremos: decidiremos y daremos mandato. Es hora de responsabilidad, respeto y calma, en esta Argentina lamentablemente crispada.
Pablo de León