viernes, 3 de julio de 2009

LAS COSAS COMO SON Nº 92

Las elecciones celebradas en Argentina han dejado varias lecciones.

El Gobierno y las diferentes opciones opositoras deben tomar el mensaje, si pretenden hacer una lectura inteligente y no dejarse llevar por necios amagues autocríticos o falsos méritos victoriosos.
La apuesta a todo o nada en pos de un modelo, tal vez haya sido el más flaco favor hecho por la actual gestión al crecimiento de esa misma derecha que, supuestamente, proclamaba combatir.
Quien piense hoy que hay un solo mensaje de la sociedad (imposible que así suceda porque el término “gente” sigue siendo vaciado y bastardeado por quien lo tome) se equivoca y repetirá el camino de la soberbia, que no admite correcciones ni mira sobre sus pasos, a ver qué se debe corregir.

Los logros económicos, la política activa y contundente en derechos humanos, el cambio de una Corte Suprema vergonzosa, entre otras determinaciones, son cambios que no han sido vilipendiados ni desmerecidos: hay otras necesidades en estos momentos que requieren de una mirada y acción menos autoritaria, más completa y abarcadora y abierta a modificaciones.

El conflicto con el Campo es una demostración de quien se pelea con su propia sombra: allí el Gobierno comenzó a dejar de mirar sobre sus actos y sólo tomó cualquier observación como un ataque o una conspiración.

Por otro lado, desde sectores políticos cercanos a los pensamientos de derecha, deberán comprender que no se les ha dado una carta blanca a sus planes con este resultado. Pues el primero de los desafíos será mostrar cuáles son sus ideas transformadoras e innovadoras, basadas en la democracia, la honradez y la transparencia.

La sociedad da mensajes en estos casos y ratifica o modifica rumbos.

Uno de ellos, es saber leer las diferentes señales.

Abandonar la soberbia y saber cuáles son las mayores necesidades de este pueblo, no resulta materia sencilla, sino por el contrario, una nueva y profunda responsabilidad.

Esperemos estén a partir de ahora, a la altura de esta consecuencia.

Pablo de León