La reciente visita de nuestra Presidenta de la Nación a Cuba ha despertado un debate, que terminó resultando bastante mezquino, oportunista y mal informado en general. Lejos de la importancia que el mismo tiene.
Muchos de los participantes del mismo –diría que la casi absoluta mayoría- lo ha hecho desde sus preconceptos, con lo incompleto que esto resulta.
La posibilidad de haber podido viajar hace poco a la isla nos permite poder analizar algunas cuestiones respecto del nivel de vida, del funcionamiento del gobierno y de las expectativas de gran parte de la población.
La llegada al poder de Fidel Castro y sus compañeros de lucha hace ya 50 años atrás, significó la liberación de ese pueblo del gobierno autoritario y corrupto de Fulgencio Batista. El arribo a las distintas poblaciones que iban consiguiendo Fidel, el Che y sus hombres, recibían el aplauso y bienvenida, de una población necesitada de cambios.
Hoy, se nota nuevamente una necesidad de cambio en la población, que sin duda los hombres de la Revolución reconocen.
El nombre de Obama aparece en cada conversación que uno mantiene en la isla: desde los defensores del gobierno de Raúl Castro hasta sus acérrimos críticos; desde los que guardan recuerdos del profundo cambio realizado en Cuba hasta los que conocen poco de la historia y anhelan crecer, viajar o tan solo vivir mejor de lo que viven.
La necesidad de un aire fresco para los habitantes de esta isla del Caribe aparece asociado a las posibilidades de que la nueva gestión de los Estados Unidos de Norteamérica acabe con el indigno y vergonzoso embargo y comience un ciclo de diálogo, en pos de la necesaria apertura que necesita Cuba.
Los profundos cambios que la gestión de Fidel Castro debe implementar hoy –sin descuidar los increíbles logros como en Educación y Salud- deben tener el mismo espíritu revolucionario de medio siglo atrás, pero adaptados a otro mundo totalmente distinto.
Preocupa encontrar a muchos jóvenes que miran con desinterés la posibilidad de estudiar, pues ven a sus mayores con una notable formación pero ejerciendo mayormente, tareas totalmente ajenas para lo que se formaron.
Pareciera que sólo quienes se vinculan a trabajos cercanos al rubro Turismo, alcanzan el grado de dignidad que cualquier cubano merece para su vida.
El gobierno de Raúl Castro debe observar también con esperanza a Obama. Ser nuevamente revolucionarios y sentarse en una mesa, a dialogar sin precondiciones, para mejorar la vida del pueblo cubano.
Una vida en su isla con mayor dignidad, lejos del banal consumismo capitalista pero con un nivel de vida sin limitaciones ni libretas que controlen lo que se come o se compra.
Ya sin una cárcel, verdadero ícono de la tortura y de las violaciones a los derechos humanos como lo es Guantánamo, la esperanza de nuevos cambios se abre en Cuba.
Que el espíritu que guió a ese pueblo hace ya 50 años, vuelva a renacer y produzca los cambios necesarios, en un mundo distinto, integrado y en permanente cambio.
Pablo de León